24 de octubre de 2009

COMPLOT MARADONA (Raul Acosta)

No necesito explicar qué es un complot.

En Argentina todos somos parte de un complot. También víctimas.

Somos un gerundio (vivimos en movimiento, en tránsito). Estamos complotando.

El fútbol es un gran complot.

Con el desastre de Alfio Basile, a quien verdaderamente se le escaparon los caracoles del plato, el seleccionado estaba para el cachetazo.

El vestuario era una cosa de conventillo de tevé gato/perra.

Los delitos de alcoba entre futbolistas otro, distinto. La novia de uno, la peli porno (trucha) del otro. Los contratos de las marcas. La play station y el diálogo de mensajitos un misterio que Basile nunca pudo resolver. Estábamos, con Alfio, fuera del mundial y con la frente marchita. El hombre de la garganta profunda se fue antes que le colgasen la tristeza. Wisky, recuerdos, viejos cabarets, risas y champán. Basile es tanguero, pero no estúpido. Se fue. El hombre para ser hombre no debe ser batidor. Se fue y chau. Que se arreglen.

Ante lo inevitable los dueños de la pelota decidieron “sacar partido”.

Estaba jodiendo Maradona, el mismo que “juzgó“ a Marcelo Bielsa cuando se fue.

El opinador de todo. Desde Fidel Castro hasta Tinelli. Todo.

Recordemos: también opinó de Basile y su metejón: Riquelme, que tenía familia soplando damas en el tablero del Maradona Show Business. Lea bolonqui press, mi amigo, con la filosofía poco se goza.

Este es el momento. Nunca como ahora. Vamos con Maradona. Jaque mate, golpe de nocaut. Ex falopero de sentencia mundial, sin convicción de resurrección. Abandonado por Guillote. Sin idioma, sin conducta. El más maravilloso out sider desde Gatica. Con licencia para lo que quisiese. No hay ninguna seguridad con Maradona, excepto una: tarde o temprano se le soltará la cadena. El fracaso será suyo y dejará de joder.

Maradona reproduce la sentencia de Ortega y Gasset. Hombre y circunstancia.

Maradona es su contexto. Los guardaespaldas, el dueño del boliche, las chicas. El diálogo de vestuario, las sentencias berretas. La Claudia, teñida hasta el insulto; la invocación eterna a Dalma y Gianina. La mamá, la misma mamá de Bonavena, creo.

Una laborterapia fenomenal para que se reconforte. Recuperemos al muchachito. Al gordito de los excesos. Bricolage mundial. DT de Argentina… para que se reconforte. Carísima terapia. El Diego se llevaría puesto el país y sería suya la infinita tristeza, el desconsuelo. Su culpa, su santísima culpa.

En las novelitas policiales se sabe: buscad a quien beneficia y encontrareis al criminal o su instigador, su cerebro.

No hay sano juicio en quien nombró a Maradona, porque su vendaval es tan grande que, seguro, se llevaría puesto a los de la urdimbre, el fabuloso entretejido para matar mil pájaros de un tiro. El Diego vive en un turbión.

Personalmente no le confiaría ni una calesita a Maradona. Liberaría los caballos en mitad de la plaza.

Le confiaron la pasión del país. Iba para chocarla. Las cosas, después que el verdadero vigilante lo advirtiese (Dinámica de lo impensado) suceden como suceden, pero no como se pensaba.

En mitad del río (acaso ya se sabía) Grondona se volvió Kirchner. El fútbol, una cuestión de barricada en la pelea con Clarín. Maradona un ectoplasma del peronismo setentista, banderín de Villa Fiorito al fondo, a la izquierda, en este caso a la izquierda.

Los periodistas deportivos saben cuando entrar y salir del barco. Viene mal el parto. Cambiemos de caballo. Todo se vuelve piojería. Delenda est Cartago.

Marchemos por la senda del bien. Hasta que Grondona se vaya, con Maradona y su fracaso, previsible fracaso, indispensable fracaso.

El muchachito, aconsejado por el mismo que bebió al borde del campo de juego un champagne marca gatorade (lea gato rade) mandaría todo al fondo de la legua. El diez, aconsejado por el hijo del carpintero que ya perdió la garlopa hace rato y encola el machimbre con tintura de pelo, nada dejaría en pie.

El único consejo válido que recibió, desde el infierno, no del cielo (Maradona tiene pase al infierno dos veces al año) fue rotar, alterar, dejar pocos jefes de vestuarios, pocas camarillas, nada de líneas rectas, nada de líneas, plís, una suerte de velereada hasta el puerto lejano, con vientos en contra y calma chicha, todo a la vez.

Empezamos a perder como queríamos. Venía saliendo bien, pero no fue así. Debíamos perder con Perú y listo. No perdimos. Un veterano de la guerra de los boers puso una pata chueca. Un tiro p’al lao de la injusticia, estábamos boqueando y vino un electrocardiograma normal. Algo salió mal. De Terapia intensiva a Terapia Intermedia, pueden entrar a verlo las visitas, el enfermo nos sorprende, mejora.

El fin sería en el Centenario, pero el Uruguay apenas es un paisito sin Alfredo Zitarrosa, sin Osiris Rodríguez Castillo, sin Onetti. Sin Obdulio Varela, Pedro Virgilio Rocha, William Martínez, Bernardo Larreborges, Heber Pintos, sin el verdadero pepe, el pepe Sassía. Cambiaron Lágrima Ríos por los hermanitos Drexler, así les va. No tienen gol. Muera Botnia. Una pelota perdida que se encuentra y la chispa que incendia al muchacho, que cada día se pasea dentro de la cabina de un camión atmosférico lleno de esas cosas y bencina.

Terminó el partido. Ganamos, una mala suerte espantosa, créame. Teníamos que quedar fuera, se terminaba la pesadilla de este muchacho que no hace nada bien con su vida, que debía conducirnos a la final del tango:”la tristeza me abatía y lloraba sin cesar”. No fue.

Qué hacemos, ahora qué hacemos. Los bienpensantes (me incluyo) que deseábamos, diosito, cuánta falta que nos hacés, te fuiste ahora, ahora que deseábamos que aquí terminase todo, que empezase, en serio, el final de los k, de Kunkel, de la ficha de afiliación del Diego. El fin de Diana Conti. El fin de tantos Fernández en la historia argentina.

Qué pasa con la fe, mi viejo, que ya no es como antes….

Maradona no tiene instrucción, pero tiene mucha intuición y ojos en la nuca. Parece Guillermo Moreno.

El sabía todo esto. Ganó sobre lo perdido, “lo perdido y lo recuperado”.

Entonces, solo entonces, Maradona dijo lo que dijo.

Manden cartas reversales, llamen a La Haya.

Alguien tendrá que hacerse cargo.

El problema no es la frase, el problema es el futuro. No estamos afuera. Habrá que pensar en un plan B.

Se están quedando vivas muchas cosas que deseábamos muertas.