20 de febrero de 2008

De donde venimos y adonde vamos.

Hola. Hacia un buen tiempo que no actualizaba mi blog.
Hoy he decidido hacerlo por que me ha llegado por mail, una publicación digital aparecida en la revista Urgente24. La misma esta firmada por el Sr. Raul Acosta. Creo que se trata de un periodista rosarino, y me animo a publicarla, por que la considero una excelente pieza para la reflexión. Naturalmente, desde aquí mis felicitaciones al Sr. Acosta por la forma que maneja el pincel de la memoria para trazar esta aguafuerte de nuestra realidad socio política. Espero la disfruten como yo. Aquí está.

"(Especial para Urgente24). Uno. Rompedores del hielo, oradores que decían exabruptos y lograban descifrar el “armado” de la asamblea, descolocando a los inadvertidos, poniendo “nerviosos” ( ahora se diría “presión” ) a los integrantes de las otras agrupaciones.
Fuerza –oral –de choques con ditirambos, adjetivos y bravatas. Centraban la atención. Servían para obtener la información del mas y el menos de adhesiones.
Termómetro de Asambleas. Mandaban un mensaje de exaltación.
Dos. Simpáticos narradores de la nada, que hablaban largas horas con obviedades, inobjetables, pero imposibles de ejecutar inmediatamente ( libros baratos, ingreso irrestricto, co-gobierno, mas presupuesto, para el pueblo lo que es del pueblo, Reforma Agraria, el fin de los Latifundios, todo el poder a los sóviets… ).
Adormecedores de Asambleas. Enviaban un mensaje adormecedor.
Uno y dos eran complementarios.
El objetivo era demorar, hasta que quedasen, después de largas horas de maratón discursiva, los mas duros militantes y entonces, recién entonces votar, pedir mandatos de asambleas, elegir delegados… manejar, con los pocos fieles, el total de la Asamblea, el total de la Facultad, de la Universidad.
Alguien, en la mesa de un bar cercano, quedaba satisfecho. Era el que no hacía discursos, no era “simpático”, era el que ”sabía” y organizaba la estrategia y, cierto, la táctica.
El poder de aquellas asambleas servía para decir: “ los alumnos, en democrática asamblea…”.
Poquísimos alumnos, nunca votación secreta, cerrada, de todos.
“Alumnos, en democrática asamblea”…
Imposible rebatir esa verdad, tan equívoca.
Es grato evocar el punto mas alto de las verdades aligeradas, una situación que se tornaba verdaderamente jocosa, cuando alguno de los dos tipos de oradores ( se turnaban ) presentaba la clásica “moción de anhelo” que siempre aparecía, como el atardecer y los amores ( de estudiantes ) inevitablemente.
Moción de anhelo…compañeros: que la Asamblea pida que se retiren los yankis de Viet-Nam… Que levanten la mano los que estén a favor… Aprobado por unanimidad…. Qué otra cosa que anhelo, honesto, por cierto. Sentido anhelo. Cómo no compartirlo. De a poco el asunto se encaminaba.
Aquellos “representantes” estudiantiles ( 1960-1970 ) fueron, seguro, los que aprendieron y enseñaron, en ésa fragua, el modo de actuar. Se convirtieron, todos ellos, en dirigentes políticos. Nuestros actuales dirigentes políticos devienen, si no los fabricó el triunfo en otras disciplinas, de aquella formación y ésa verdad .
Conocer de filosofía, de política era ( y es ) otra cosa.
Es adentrarse en el conocimiento, que no tiene fin, que solo reconoce una estrategia: saber que no se sabe y , humildemente, comenzar a desasnarse.
Las asambleas entregan gimnasia para el debate… no dan conocimientos teóricos.
Estos debían, deben aparecer, previa, paralela y permanentemente, en otros ámbitos.
A los mitines se llega sabiendo, conociendo la posición a sustentar, a defender. En los mitines sólo se aprende a denigrar al adversario. Arte de la chicana, de la mínima lucha desestabilizadora. Eso no debería ser así. Pero vivimos en nuestro país.
En Argentina todo deviene, mucho decae, lo malo se mantiene y se acrecienta.
Algunas de aquellas prácticas persisten, reaparecen.
Como los hongos y la humedad, los mosquitos y los estanques, la primavera y la inflación: un día llegan, vuelven, aquí estamos, nos dicen sin culpa ni pecado.
Soberbios como un atardecer y un amor ( de estudiante), no ya en la universidad, en el país todavía encontramos, padecemos, aquellos reivindicadores de Asambleas Soberanas, de las verdades a medias.
Réplica de aquel país, perdido en el plomo del 1966 a 1983. Réplica. No hay mas versiones originales.
No debe olvidarse que la intemperancia se llevó algunos, no los mejores, si los mas convencidos… y a todos los desprevenidos.
Sobre diciembre de 2007, en los primeros meses de 2008, es posible advertir que aún existen, ahora medrando en la política pública, como una restauración, los dos tipos de oradores.
No hay asambleas. No importa.
Retornaron los oradores y son, como antes, complementarios.
Uno sostiene la diatriba, la bravata. “No compren nafta holandesa”.
Otro explica lo obvio, como una solución a la existencia societaria. “No puede haber hambre en el país de los cereales”. “El estado debe participar de la economía” ( obvio: siempre participa, siempre. Siempre tenemos necesidad de comer.)
También florecen las mociones de anhelos ( los yankis aún concentran el delivery de pedidos, siempre deben irse de alguna parte, devolver algo … todos lo piden hace tantos años…).
Lo desgraciado es que en la neoestudiantina han olvidado el mas importante sujeto de este asunto: El conocimiento se adquiere antes, durante, siempre, en alguna parte.
Pero se adquiere.
De otro modo la ciudad, la provincia, el país se convierten en una asamblea donde se quedan, para el final, algunos pocos partidarios, fieles, para decir, malevolamente, que hablan en nombre del total…
Para contar una verdad…equivocada.
El yerro, ay, es que el país no es una asamblea cerca del trasnoche, una moción trasnochada.
Tenemos líos, muchos líos que solucionar.
Los problemas, es necesario marcarlo, remarcarlo, no se solucionan de otro modo que con el conocimiento, el coraje, el fastidioso trámite del laburo diario.
Y el conocimiento, claro está, aún cuando algunos funcionarios piensan que no es indispensable, que sólo es necesario el discurso de barricada, la bravata de uno, las obviedades después, como tareas complementarias hacia la nada.
El conocimiento es condición de honestidad para el funcionario, el conocimiento, ése ausente con aviso de muchos dirigentes, porque no se aprende en las asambleas, que sólo dan lenguaje, se aprende en los claustros, que exigen humildad, sacrificio.
Algunos cuadros dirigenciales fueron, si lo fueron, participantes de asambleas universitarias, acaso ni oradores, levantadores de brazos pasada la medianoche, antes del último bostezo militante.
Para el que aprendió la primera lección del conocimiento el poder trae deberes, no comodidades.
Y responsabilidades, esas que se advierten lejanas, muy lejanas de los comprensibles fervores de estudiantes.
Pajaritos en fila y tsunamis morales son frases naturales de la vieja barricada, chicanas, diatrribas.
El trabajo de conducir una ciudad, una provincia, el país, no es una resolución con lenguaje de asamblea y, de hecho, es eso: hechos, no palabras. Un viejo latinazgo. El sonoro pedido de Ortega y Gasset. Poco mas. Poco. Para una estudiantina en son de revancha poco es demasiado pedir. Qué lástima."